Los locos abren los caminos que más tarde recorren los sabios
Qué cierta la sentencia del escritor italiano Carlo Dossi. Me permito el honor de utilizarla como título de mi segunda “entrada” en este blog. Por cierto, gracias a todos los que me habéis regalado un comentario o mensaje de correo electrónico transmitiéndome vuestra complacencia…
Os voy a contar un cuento. Es breve, sencillo y casi, casi… infantil: Se titula “El aldeano” y lo escribí hace algunos años para alguien que es muy importante en mi vida (esencial, diría yo). Ese “alguien” atravesaba un amargo momento porque su familia le había dado la espalda por “salirse del camino marcado”, por decidir no seguir avanzando por senderos ya construidos y dejar de negarse la oportunidad de construir mejores trayectos, por plantearse dejar de excavar en el mismo agujero y comenzar a excavar otros… Ese “alguien” hoy me pide que comparta ese cuento que un día le dediqué. Así que ahí va dirigido ahora a todo aquel que alguna vez se ha sentido ante una bifurcación en su camino:
EL ALDEANO
Desde entonces sintió miedo de volver a sentir aquel dolor tan extraño. Pasaron los meses y él seguía sintiendo miedo a expresar cualquier cosa que le pusiera en peligro. En peligro de hacerle sentir de nuevo aquel dolor. Evitaba cualquier cosa que pudiera hacerle sentir algo parecido. Un día, salió a caminar y llegó de nuevo hasta el lugar de la encrucijada. Se detuvo a reflexionar y a preguntarse porqué los demás no podían ver aquello que para él estaba tan claro. Se sintió triste, abatido y decidió dar la vuelta. De camino a su casa, vio a una niña sola, jugando con unas piedras cerca del camino. Al verle pasar, la niña le miró y le dijo:
- ¿Por qué vas con esa cara tan triste?
El aldeano, absorto en sus pensamientos, contestó a la pregunta sin darse cuenta de que quién se la había planteado era tan sólo una niña.
- He descubierto nuevos caminos para llegar a la “Gran Ciudad”, pero nadie me cree…
La niña siguió jugando con las piedras y sin mirarle le respondió:
- Yo sí te creo.
El aldeano, sorprendido por la extraña conversación que acababa de entablar con la niña, decidió seguir charlando con ella.
- ¿Por qué tú sí me crees?
- Porque yo no tengo miedo.
- ¿De qué?
- De los monstruos que dicen que existen en los otros caminos.
¡Así que era eso! Era MIEDO lo que sentían y por eso no querían creerle.
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