“Yo sólo quiero ser
perfecta”
Nina Sayers (Black Swan/Cisne negro)
“No
vemos las cosas tal como son, sino tal como somos”, dice el Talmud, pero… ¿cómo
somos? ¿Alguien lo sabe?
Ayer
soñé con una niña de pelo ondulado y ojos café. Estaba hablando sola, mirando
hacia el infinito y utilizaba un lenguaje impropio de la edad que parecía tener:
“Desde
que tuve uso de razón -decía - aspiré a la perfección. Quería para mí todas las
cualidades y condiciones óptimas, todas las actitudes y aptitudes positivas…y
era muy, pero que muy consciente…de que no tenía nada de todo aquello que yo
anhelaba. Y la culpa era mía y del mundo…
En
algún momento de mi niñez asumí la responsabilidad de no hacer nada que pudiera
“disgustar” a mis padres. Posiblemente, verles sufrir por el comportamiento “inadecuado”
de mis hermanos mayores, influyó mucho más de lo que cabría esperar.
Yo
me adjudiqué el papel de impoluto “cisne blanco”: la niña buena. En algún
momento de mi adolescencia pude entender que mis padres eran seres humanos
corrientes y cometían errores…y yo no podía responsabilizarme de su felicidad.
Pero ya era demasiado tarde: en mí estaba integrada y asumida la creencia de
que “hay que ser perfecto para ser querido”. Pero… ¿querido por quién? ¿Por
todos los demás? Tal vez…aunque sospecho que la persona más exigente conmigo
soy yo. Realmente, a fin de cuentas, de quien he estado huyendo y a la vez
buscando aceptación…ha sido de mi misma. La sentencia es firme: Soy incapaz de quererme
porque soy incapaz de ser perfecta…en algo, lo que sea. La mediocridad me mata”.
Entonces
bajo la mirada y nuestros ojos se encontraron, entonces advertí que sujetaba
entre sus manos un cisne, de color gris:
“Al
igual que Nina Mayers, - siguió - en la película “Cisne Negro”, hubo una etapa
de mi vida en la que pensé que enfrentarse a la sombra era…convertirse en la
sombra: ser capaz de ser cisne blanco y cisne negro, pero descubrí que al ser
el cisne negro….estaba matando al cisne blanco. Y no se trata de eso: Yo no soy
un cisne, evidentemente. Y con esto quiero decir lo que estoy diciendo: Yo soy “algo”
que contiene a los dos…que observa a los dos, sin creer que es ninguno de los
dos. El perfeccionismo me ayuda tanto
como la ira…el secreto está en la dosis justa y en mantenerse, pase lo que pase…en
la observación. La verdad es que si observo, me doy cuenta de que todo ha sido,
es y será perfecto tal y como fue, es o sea”.
En
ese momento, pensé que el cisne gris que sujetaba la niña debía de representar
la unidad del blanco y el negro, pero no pude evitar hacer un juicio: pensé que
no era lo mismo, no era tan bonito…resultaba algo mediocre. La niña, como si me
leyera el pensamiento, puso a aquel cisne grisáceo en mis brazos y luego sacó
de un bolsillo de su vestido un espejo:
“Mira
aquí – me dijo –...a veces, necesitamos espejos para ver mejor”. A través del
espejo pude ver que en mis brazos había un espectacular cisne cuyo plumaje no
acierto a describir. Nunca había visto nada igual…El arcoíris era la única
palabra que llegaba a mi mente y que podría acercarse a aquel espectáculo
visual. Al otro lado del espejo, mi mediocre cisne gris era…algo así como un
ser “divino”.
“Así
podemos vernos - dio la niña – cuando aprendemos
a observar”.
A
través del espejo, pensé…esa es la clave: es a través de los demás, dónde
podemos ver con nitidez proyectada nuestra luz y nuestra sombra. Cuando
entendemos esto, dejamos de juzgar…dejamos de juzgarnos. Y sabemos, tenemos la
certeza, de qué es lo que hay que hacer. Y sabemos que no hay errores, hay
consecuencias, hay aprendizaje…y todo es PERFECTO.
“Yo
sólo quería ser perfecta – me decía la niña sonriendo – y aprendí que sólo
puedo serlo en la medida en que sea capaz de ver la perfección en todo lo que
me rodea… sea como sea”.