Powered By Blogger

lunes, 3 de febrero de 2014

“Yo sólo quiero ser perfecta”
                                Nina Sayers (Black Swan/Cisne negro)


“No vemos las cosas tal como son, sino tal como somos”, dice el Talmud, pero… ¿cómo somos? ¿Alguien lo sabe?
Ayer soñé con una niña de pelo ondulado y ojos café. Estaba hablando sola, mirando hacia el infinito y utilizaba un lenguaje impropio de la edad que parecía tener:
“Desde que tuve uso de razón -decía - aspiré a la perfección. Quería para mí todas las cualidades y condiciones óptimas, todas las actitudes y aptitudes positivas…y era muy, pero que muy consciente…de que no tenía nada de todo aquello que yo anhelaba. Y la culpa era mía y del mundo…
En algún momento de mi niñez asumí la responsabilidad de no hacer nada que pudiera “disgustar” a mis padres. Posiblemente, verles sufrir por el comportamiento “inadecuado” de mis hermanos mayores, influyó mucho más de lo que cabría esperar.
Yo me adjudiqué el papel de impoluto “cisne blanco”: la niña buena. En algún momento de mi adolescencia pude entender que mis padres eran seres humanos corrientes y cometían errores…y yo no podía responsabilizarme de su felicidad. Pero ya era demasiado tarde: en mí estaba integrada y asumida la creencia de que “hay que ser perfecto para ser querido”. Pero… ¿querido por quién? ¿Por todos los demás? Tal vez…aunque sospecho que la persona más exigente conmigo soy yo. Realmente, a fin de cuentas, de quien he estado huyendo y a la vez buscando aceptación…ha sido de mi misma. La sentencia es firme: Soy incapaz de quererme porque soy incapaz de ser perfecta…en algo, lo que sea. La mediocridad me mata”.
Entonces bajo la mirada y nuestros ojos se encontraron, entonces advertí que sujetaba entre sus manos un cisne, de color gris:
“Al igual que Nina Mayers, - siguió - en la película “Cisne Negro”, hubo una etapa de mi vida en la que pensé que enfrentarse a la sombra era…convertirse en la sombra: ser capaz de ser cisne blanco y cisne negro, pero descubrí que al ser el cisne negro….estaba matando al cisne blanco. Y no se trata de eso: Yo no soy un cisne, evidentemente. Y con esto quiero decir lo que estoy diciendo: Yo soy “algo” que contiene a los dos…que observa a los dos, sin creer que es ninguno de los dos.  El perfeccionismo me ayuda tanto como la ira…el secreto está en la dosis justa y en mantenerse, pase lo que pase…en la observación. La verdad es que si observo, me doy cuenta de que todo ha sido, es y será perfecto tal y como fue, es o sea”.
En ese momento, pensé que el cisne gris que sujetaba la niña debía de representar la unidad del blanco y el negro, pero no pude evitar hacer un juicio: pensé que no era lo mismo, no era tan bonito…resultaba algo mediocre. La niña, como si me leyera el pensamiento, puso a aquel cisne grisáceo en mis brazos y luego sacó de un bolsillo de su vestido un espejo:
“Mira aquí – me dijo –...a veces, necesitamos espejos para ver mejor”. A través del espejo pude ver que en mis brazos había un espectacular cisne cuyo plumaje no acierto a describir. Nunca había visto nada igual…El arcoíris era la única palabra que llegaba a mi mente y que podría acercarse a aquel espectáculo visual. Al otro lado del espejo, mi mediocre cisne gris era…algo así como un ser “divino”.
“Así podemos vernos - dio la niña –  cuando aprendemos a observar”.
A través del espejo, pensé…esa es la clave: es a través de los demás, dónde podemos ver con nitidez proyectada nuestra luz y nuestra sombra. Cuando entendemos esto, dejamos de juzgar…dejamos de juzgarnos. Y sabemos, tenemos la certeza, de qué es lo que hay que hacer. Y sabemos que no hay errores, hay consecuencias, hay aprendizaje…y todo es PERFECTO.
“Yo sólo quería ser perfecta – me decía la niña sonriendo – y aprendí que sólo puedo serlo en la medida en que sea capaz de ver la perfección en todo lo que me rodea… sea como sea”.