El odio es el amor sin los datos suficientes (Richard Bach)
El amor y el odio no son ciegos. Están cegados por el fuego que llevan dentro (F. Nietzche)
Hoy me desperté y me encontré con ella: la tristeza
Me levanté, caminé hasta el baño y, al otro lado del espejo, me esperaba él: el vacío
Desayuné algo, más bien poco…aunque aderezado en exceso por varias cucharadas de nostalgia…rozando la sobredosis.
Salí al balcón y miré el hueco que ocupó un día ‘Margarita’: florida maceta de vivos (e hipócritas) colores que anunciaban la muerte de una esperanza recién nacida en mí.
Una esperanza ‘bebé’ a la que apenas se le concedió el tiempo de gatear por mi vida.
Miré al vacío y me pregunté si la altura sería suficiente…pero creo que tres pisos no bastan para salir del juego.
No me puedo arriesgar, aunque me sobren las ganas.
Agarré a mi tristeza por el cuello y la obligué a escupir.
Y escupió:
Hoy no valoro mi vida.
Hoy no me gusta estar viviendo.
Hoy no me parece que la vida sea bella.
Hoy me siento ‘castigada’ a seguir con vida…
Hoy te odio…por haberme encontrado.
Y al escucharla, hice míos los versos de un poema que leí hace un tiempo (*):
“Te condeno,
A que me eches de menos,
A que recuerdes nuestros días,
a que recuerdes nuestras noches.
Te condeno,
A que nunca más puedas volver a besar sin pensar en mí.
(…) Te echo de menos y esta es mi sentencia”.
Hoy, no han hecho falta tres pisos para que me sienta muerta y enterrada.
Hoy te odio como el poeta Luis Ramiro…porque hoy te odio como nunca quise a nadie.
Lyro
(*) Robert Barber (24 horas: regreso a la Tierra)
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